“No dejemos deslumbrarse nuestra agudeza mental por altisonantes palabras, como “pueblos”, “reinos”, “provincias”, ¿Cuales son las razones lógicas o políticas para querer gloriarse de la duración o anchura de los dominios del estado? Porque la felicidad de los hombres no la encuentras por ninguna parte, envueltos siempre en los desastres de la guerra, manchados sin cesar de sangre, conciudadana o enemiga, pero humana; envueltos constantemente en un temor tenebroso, en medio de pasiones sanguinarias” ( San Agustín de Hipona, La ciudad de Dios).
Para Agustín de Hipona “el declarar la guerra a los pueblos limítrofes; el pasar de ahí a nuevas conquistas; el devastar y someter a pueblos pacíficos por la sola pasión del dominio, ¿que otro nombre merece sino el de una gigantesca banda de ladrones?”
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