“Cuando una hembra animal nota los primeros dolores del parto, suele ir por su cuenta a un lugar seguro y tranquilo. Por lo general, es un lugar que ella ha preparado para aquel momento, como un cubil bajo tierra. Si alguien más se acerca a ella mientras está de parto, la hembra puede alarmarse e incluso matar al recién nacido, la soledad es absolutamente necesaria para las madres en el reino animal. Sin embargo, las mujeres que están de parto no quieren estar solas. De hecho, si a una mujer que está de parto se la deja sola, secreta cortisol, la hormona del estrés que impide que siga el parto, y a veces el alumbramiento se detiene. Una mujer que está de parto casi siempre ha de estar con alguien en quien confíe y de quien pueda depender. Quizá algunos de nosotros hayamos escuchado relatos de nuestra madre sobre alguna mujer que se puso de parto mientras trabajaba en el campo, que dio a luz a su bebé sola por completo y que después reanudó su tarea algunas horas más tarde. Definitivamente, esta es una historia que vale la pena contar…, ¡porque es muy rara!”
“En los nacimientos hospitalarios, a menudo las mujeres yacen tendidas y solo alumbran cuando todos los miembros de la familia se han marchado de la sala y los que quedan son un equipo médico rotativo clínicamente adiestrados. Al carecer de la presencia tranquilizadora de familiares, a menudo la mujer que va de parto se pone tensa y ansiosa, lo que puede hacer que las contracciones cesen y que al final necesite una cesárea de emergencia. En respuesta a este ambiente contraevolutivo, cada vez más hospitales hacen que las mujeres que están de parto permanezcan sentadas, y se les permite que experimenten el nacimiento y la recuperación en una sala de partos familiar, con la presencia de miembros de su familia”, escribe la paleoantropóloga coreana Sang-Hee Lee.
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