Tolstói |
Tolstói, en quien Rolland ve al hombre más auténtico y noble de su tiempo, quien le prohíbe el arte. En ese dilema íntimo, Rolland se decide por una actuación perfectamente desesperada. En efecto, el estudiante se sienta una noche a su mesa y en su desesperación y angustia escribe una carta a Tolstói pidiéndole ayuda y rogándole un consejo que le indique cómo puede salir de aquella situación. Rolland toma la carta y la echa al buzón sin la esperanza de recibir respuesta alguna. Pasan las semanas y de hecho la respuesta no llega. Pero un día, cuando el joven estudiante entra por la noche en su habitación, ve sobre la mesa una carta o más bien un pequeño paquete con una carta de treinta y ocho páginas en francés, escrita por Tolstói y que empezaba con las palabras Cher frère, Querido hermano. Aquella carta supuso realmente para Rolland la decisión de su vida. Y fue así no gracias a lo que figuraba en la carta, y que ahora ya ha sido publicada,el contenido era en realidad indiferente, sino por el hecho de que un extranjero, el hombre más ocupado de su tiempo, sustrajese dos días a su vida para ayudar a alguien extraño y desconocido por completo en su angustia vital. El hecho sacudió a Rolland en lo más íntimo de su ser. Reflexionemos a fondo; ¿quién de nosotros lo habría hecho, quién de nosotros habría arrancado simplemente dos días del calendario de su vida en favor de alguien que estaba a mil millas y que le había escrito una carta? Y el hombre que lo había hecho era a la vez el personaje más famoso de su tiempo, el hombre al que cada línea se le pagaba a peso de oro, el hombre que con toda razón habría tenido el derecho soberano y patético de decir “No tengo tiempo, mi tiempo es demasiado valioso”……..Desde ese momento, Rolland sabe que si realmente quiere ser un verdadero poeta y artista, sólo puede serlo en el sentido de un hombre auxiliador, que debe poner en juego toda su existencia y transformarla en una actitud de bondad y ayuda, en una actitud de disponibilidad personal…….Con esta renovada energía, Rolland volvió de nuevo a su trabajo. Creía que ahora conocía su cometido, el cometido de ayudar, y quiso infundir una nueva fuerza a la juventud, sobre todo a la francesa.
Un año después de que Rolland hubiera escrito aquel libro se enteró de algo sorprendente. Así como él, veinticinco o treinta años antes, había enviado desde París una carta a Tolstói y Tolstói le había afianzado en su lucha vital, también a Gandhi, aquel pequeño abogado indio en una tribulación similar, se dirigió al escritor ruso desde África, desde la colonia de Natal, y Tolstói le había ayudado del mismo modo con su carta. Dos personajes de Oriente y Occidente, que actuaban en esferas muy dispares, se encontraban así de repente en una misma idea, en un pensamiento o realmente en un hombre. Y en ello percibimos la fuerza increíble que la manifestación moral e invisible de todo un personaje puede desencadenar en el mundo de las realidades terrenas.
Stefan Zweig
Stefan Zweig
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