Andrew J. Smart en su libro El arte y la ciencia de no hacer nada escribe que “existen datos que indican que los músicos, a diferencia de otros individuos no dedicados a la actividad musical, cuentan con enorme plasticidad. Tienen estructuras neuronales mucho más grandes que representan sus manos y dedos en la corteza motora. Cabe suponer, sin embargo, que esos cambios hayan tenido lugar después de muchos años de entrenamiento. Lo mismo se aplica a las personas bilingües, que cuentan con estructuras neuronales adicionales para los idiomas en las regiones temporales del cerebro. Es sabido que el hipocampo de los conductores de taxi londinenses tiene un tamaño superior al normal, específicamente, las regiones que permiten recorrer y recordar ubicaciones espaciales. Es como si el cerebro decidiera ampliar los aeropuertos en áreas donde se registra un incremento de la demanda del tráfico. Se desconoce cuánto tiempo puede llevar una modificación estructural de ese tipo en el cerebro. Lo que sabemos es que la plasticidad del cerebro es posible durante la totalidad de la vida. Por lo tanto, nunca es demasiado tarde para aprender un nuevo instrumento, un nuevo idioma o para cambiar la forma de vida de manera radical, el cerebro cambiará también. Es probable que si esos cambios se producen en la adultez, el estrés que provoquen sea mayor; sin embargo, a menudo son beneficiosos para la salud del cerebro a largo plazo.”
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