Allí donde antes vivían familias con aspiraciones, pero no especialmente pudientes, ahora se han mudado jóvenes urbanos profesionales procedentes del mundo de las finanzas, de la moda, del arte, de las consultorías o de internet. En el mundo uno encuentra por todas partes a estos tipos estilosos y listos que, a base de vehículos de tracción en las cuatro ruedas, de bicicletas de montaña, de slow food exhiben cómo hay que tomar lo que los nuevos tiempos ofrecen, preocupándose poco de quienes se han quedado atrás. A aquellos que conciben la crisis como una oportunidad y que aprovechan sin remordimientos de conciencia las oportunidades que ofrece el hundimiento estructural Ralf Dahrendorf los ha llamado la nueva clase global de las tres c, de competencias, contactos y conceptos. Se sienten más en casa en los “espacios prioritarios” de los aeropuertos internacionales que en cualquier patria, hablan inglés tan bien como si fuera su idioma materno y, a pesar de las depresiones cuando llega la noche, frente al minibar de su cuarto de hotel no reconocen ninguna alternativa a la globalización de la economía, el derecho, la política y el deporte. Desde luego que también se los encuentra como creadores de tiendas de internet, como socios de firmas jurídicas o como fundadores de agencias de mercadotecnia.
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