Adorno gustaba de desacreditar a Puccini con un veredicto lapidario, música ligera. No era un cumplido. Pero, con el tiempo, se ha hecho plausible considerarlo como tal. Uno de los pasos más significativos del teatro pucciniano fue precisamente volver a poner en movimiento las fronteras entre música culta y música ligera. Con un detalle importante, la música ligera, en su tiempo, todavía no existía. Cuando Adorno habla de música ligera no piensa simplemente en un determinado repertorio popular, piensa en un cierto sistema de deleite, en un público en particular, en un sistema de mercado muy preciso. Todo esto empezaba a existir cuando Puccini terminó de escribir su música. En cierto modo, por tanto, empujó la música culta hacia la intuición de un mundo musical alternativo que todavía tenía que acontecer. Intuyó los contornos de una nueva modalidad de la experiencia musical que luego encarnó la música ligera…….Las expectativas que intuían las obras puccinianas encontrarían respuesta en la cristalización de la música ligera como un sistema musical alternativo fuerte, autónomo, rico y vital. En ese sistema, se quiera o no, la modernidad se reconoce, escribe el filósofo Alessandro Baricco.
En Puccini el problema no es ya el de reconocer la línea de demarcación del arte, y ni siquiera el de salvaguardar los privilegios de la música culta. Puccini está más allá. El problema, para él, era el de acuñar una idea nueva de espectáculo. Ésta es la esencia verdadera de su trabajo, buscaba una idea de espectáculo que pudiera tolerar el impacto con la modernidad. Todo su trabajo hay que juzgarlo en relación con esta ambición, con esta acrobacia.
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