El ascenso de Estados Unidos a potencia en el escenario mundial a comienzos del siglo XX se correspondió con el auge de una forma característicamente estadounidense, el capitalismo corporativo, es decir, burocrático. Como Giovanni Arrighi señaló, al mismo tiempo estaba surgiendo en Alemania un modelo corporativo análogo, y ambos países, los Estados Unidos y Alemania, acabarían luchando durante la mayor parte de la primera mitad del siglo para decidir quién ocuparía el lugar de un Imperio británico en declive e impondría su visión particular para un nuevo orden mundial económico y político. Todos sabemos quién ganó. Arrighi señala aquí otra cosa interesante. A diferencia del Imperio británico, que se había tomado en serio su retórica acerca del libre mercado y había eliminado sus propias tasas proteccionistas con la famosa Ley de importación de 1846, ni el régimen estadounidense ni el alemán se mostraron muy interesados en el libre comercio. Los estadounidenses, en especial, estaban más interesados en crear estructuras administrativas internacionales. Lo primero que hicieron los Estados Unidos, tras tomar oficialmente las riendas de manos de Gran Bretaña, tras la Segunda Guerra Mundial, fue construir las primeras instituciones burocráticas a escala planetaria en las Naciones Unidas y Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el GATT, que posteriormente se convertiría en la OMC. El Imperio británico nunca había intentado nada similar. O conquistaba otras naciones o comerciaba con ellas.
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