Thomas Jefferson, avisó de lo que nos podría pasar con la democracia si la volvíamos un fin en sí mismo: “La democracia no es más que el Gobierno de las masas, donde un 51% de la gente puede lanzar por la borda los derechos del otro 49%”. Según Aristóteles, la oclocracia era el Gobierno de la muchedumbre, el Gobierno que se guía por las emociones y el odio en lugar de por el sentido común, la convivencia o racionalidad. Es decir, para Aristóteles la oclocracia era lo que ahora nosotros llamamos populismo, o el Gobierno que busca intereses particulares a través de las emociones. Jefferson no era el único que le tenía miedo a la degeneración democrática. James Madison afirmó que el mayor peligro de la democracia eran los mismos políticos y a través de ellos la libertad de los ciudadanos podía sucumbir: “La esencia del Gobierno es el Poder; y éste, radicado, como debe estarlo, en manos humanas, siempre estará expuesto a ser empleado para abusar”.
el mayor peligro de la democracia eran los mismos políticos |
Hans-Hermann Hoppe extrapoló la democracia actual a nivel mundial para mostrar cómo este sistema puede dinamitar nuestro porvenir. “Imagínese un Gobierno mundial democráticamente electo de acuerdo con el principio de un hombre un voto a escala mundial. ¿Cuál será el posible resultado de estas elecciones? Muy probablemente tendríamos una coalición de un Gobierno Indo-Chino”. De forma casi segura el Gobierno ganador encontraría que el llamado mundo occidental tiene mucha más riqueza, y que por lo tanto, el resto del mundo, especialmente la India y China, tiene demasiada poca. La coalición crearía un sistema de ingresos redistributivos sobre la riqueza. O imagínese, que en su país, el derecho de votar fuese ampliado hasta la edad de siete años. Su política se enfocaría a legitimar el derecho a tener un adecuado e igualitario acceso a las hamburguesas gratuitas, limonadas, y videos”. En demasiadas ocasiones se ha usado la democracia para justificar actos y decisiones que en realidad solo responden a beneficios de una parte de la sociedad en detrimento de la otra. En la actualidad tenemos un sinfín de mandatos del Gobierno central, local, de la Unión Europea y hasta de organismos internacionales que ni hemos votado. Todos ellos nos dicen cómo hemos de vivir según sus reglas.
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