Bolcheviques requisando grano a campesinos. |
Hambrunas críticas han caracterizado al siglo XX. En efecto, el siglo de los grandes avances médicos, en el cual la esperanza de vida se duplicó, fue también la época de las mayores emergencias por hambre de las que se tiene noticia, dice el historiador alemán Jürgen Osterhammel. En la Unión Soviética en 1921-1922 y 1932-1934, en Bengala en 1943, en el gueto de Varsovia en 1941-1942, en Leningrado durante la ocupación de las tropas alemanas (1941-1944), en los Países Bajos en el invierno de 1944-1945, en China de 1959 a 1961, en el Sudán en 1984-1985.
Los efectos de estas hambrunas críticas son los mismos en todas las culturas. Personas de todas las edades se alimentan cada vez peor y en menor cantidad, hierbas, cortezas de árbol, animales sin limpiar. Se adelgaza hasta quedar convertido en esqueleto. Es casi inevitable que surjan problemas adicionales como el escorbuto, sobre todo allí donde (como en Irlanda) se estaba acostumbrado a dietas ricas en vitaminas. La urgencia de sobrevivir destruye los lazos sociales e incluso los familiares, confirma Osterhammel. La lucha por la comida enfrenta a los vecinos entre sí. Los adultos se suicidan, a los niños se los vende, no hay defensa contra el ataque de los animales.
El canibalismo forma una línea recta con la desesperación. Los supervivientes quedan traumatizados, los niños de una generación hambrienta suelen padecer daños físicos, los gobiernos a los que se reprocha la culpa original o la falta de ayuda suficiente suelen quedar desacreditados durante décadas. Los recuerdos se apelotonan en la memoria colectiva.
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