La corrida de toros satisface al mismo tiempo las necesidades físicas (el toro es comestible) y simbólicas (las corridas de toros son un combate estilizado y una ceremonia sacrificial). Y, al contrario del matadero industrial, siempre van acompañadas de todas las marcas de respeto tradicional hacia el animal; ritual regulado precediendo al acto y recogido silencio en el momento de la muerte. La pregunta del “derecho a matar” animales se plantea por tanto mucho más en el caso del matadero industrial que en el de la muerte del toro en el ruedo.
Francis Wolff es un filósofo francés. Imparte clases como catedrático en la Escuela Normal Superior de la Universidad de París, y también en las universidades de París-X-Nanterre, Reims y São Paulo (Brasil) y, recientemente, en Oxford. Este conocido filósofo opina que en toda la tauromaquia, al animal se le combate con respeto y no se le abate como a un bicho dañino, ni se le mata de cualquier manera como a una simple máquina de producción cárnica. El toro bravo, en lugar de sentir el dolor como un sufrimiento, lo siente como un estimulante para la lucha. Se transforma inmediatamente en una excitación agresiva. El toro de lidia es el único animal criado por el hombre que vive y muere conforme a su naturaleza.
Y añade Wolff que esta variedad única de toro salvaje preservada en Europa desde el siglo XVIII gracias a las grandes ganaderías estaría condenada al matadero si se suprimieran las corridas de toros. También desaparecería la
dehesa en España (de Salamanca a Andalucía), en Portugal (en el Ribatejo), y en Francia (en la Camarga). Gracias a la presencia del toro de lidia, estos espacios son auténticas reservas ecológicas de incomparable riqueza de flora y de fauna (jabalí, lince, buitre, cigüeña, etc.) similar a la de los grandes parques naturales protegidos.
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