Thomas Szasz. |
Tal como Thomas Szasz observó en El segundo pecado con respecto a una de las herramientas más efectivas de la vinculación humana, “el sexo ha sido siempre una actividad muy privada y reservada. Tal vez ahí radique su poderosa fuerza para unir personas en un fuerte vínculo. A medida que hacemos del sexo algo menos reservado, es posible que lo despojemos de su poder para mantener juntos a hombres y mujeres”. Las actividades sexuales fueron hasta hace poco el epítome genuino de los secretos más íntimos, compartidos de forma sumamente discreta sólo con personas seleccionadas con extremo cuidado y laboriosidad. En síntesis, estas actividades eran un ejemplo primigenio de los lazos interhumanos más fuertes y sólidos, los más difíciles de cortar y separar, y en consecuencia los más confiables.
Hoy en día, la crisis actual de la privacidad, dice Zygmunt Bauman, se relaciona de forma inextricable con el debilitamiento y la decadencia de todos los vínculos interhumanos. En este entrelazamiento del colapso de la privacidad y la desintegración de los vínculos, un factor es el huevo y el otro es la gallina, por lo cual discutir cuál vino primero y cuál llegó después constituye una pérdida de tiempo.
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