El progre envilece sus posicionamientos de tal forma que si uno no comparte su fórmula para alcanzar un objetivo común, directamente pasa a ser un enemigo. Para el progre pensar diferente significa que defiendes unos intereses ocultos y que tu única intención es boicotear sus propósitos. Una premisa fundamental del progre es que las cosas son como él las ve, y si no las ves igual, serás sometido al escarnio, el insulto y el rechazo. El progre está en el mundo para enseñar la verdad, su verdad.
El progre, dice la politóloga Gloria Alvarez, es capaz de
defender una idea hasta el final sin importar que su razonamiento sea falso o carente de toda base probatoria. Para el progre, más allá de la defensa de un determinado concepto, lo más importante es su propagación.
En el discurso progre hay un elemento que prevalece y que termina resultando dañino. Se trata del lenguaje, o más bien, de la utilización del lenguaje como arma de adoctrinamiento. Alvarez opina que la habilidad de los progres para convertir su mensaje en el centro del debate público está basada fundamentalmente en una ideología política construida como un producto que hay que comercializar.
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