Boris Yeltsin y Mijaíl Gorbachov, |
En el mundo comunista se comprobó una vez más el axioma de que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. La única peculiaridad es que la corrupción, totalmente extendida ya en la época de Brézhnev, disfrutaba de protección policial por hacerse a la sombra del Partido Único, y eso la hacía menos visible, aunque no menos real. Pero ya Andropov y Chernenko tuvieron que hacer frente a toda clase de problemas de ese género, y en la época de Gorbachov, al relajarse la represión, tanto las prácticas corruptas como su noticia se hicieron torrenciales. Esa es la Rusia que heredó Boris Yeltsin.
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