sábado, 13 de octubre de 2018

Karl Marx es el único pensador del siglo diecinueve que se tomó en serio la emancipación de la clase trabajadora.

La Revolución industrial, con su ilimitada demanda de pura fuerza de labor, abocó a lo inaudito de una reinterpretación de la labor como la cualidad más importante del hombre. La emancipación de la labor, en el doble sentido de emancipar la clase trabajadora y dignificar la actividad del laborante, implicaba desde luego un nuevo “contrato social”, esto es, dice Hannah Arendt, una nueva relación fundamental entre los hombres basada en lo que la tradición habría despreciado como el ínfimo denominador común de los seres humanos, la posesión de fuerza de labor. Karl Marx extrajo las consecuencias de esta emancipación cuando dijo que la labor, el metabolismo específicamente humano con la naturaleza, era la distinción humana más elemental, lo que distinguía intrínsecamente la vida humana de la animal.


Karl Marx es el único pensador del siglo diecinueve que se tomó en serio en términos filosóficos el acontecimiento central del siglo, la emancipación de la clase trabajadora. La gran influencia de Marx hoy todavía se debe a este único hecho, el cual también explica, en gran medida, cómo su pensamiento pudo llegar a ser tan útil para los propósitos de la dominación totalitaria. La Unión Soviética, que desde el momento de su fundación se hizo llamar “república de trabajadores y campesinos”, pudo privar a sus trabajadores de todos los derechos de que gozaban en el mundo libre.

Los medios de dominación de la Unión Soviética, carentes de precedentes en la historia política y desconocidos para el pensamiento político han sido con frecuencia caracterizados (y no del todo erróneamente) como los medios de una sociedad de esclavos, explica Hannah Arendt.

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