En el siglo XVIII europeo, se denominaba “museo” a espacios dedicados a toda clase de estudio del pasado e intercambio de reflexiones particulares; e incluso a publicaciones periódicas creadas para reproducir fuentes históricas y estéticas. El carácter público y de acceso general de los museos apareció en el siglo XIX. Los refugios de la memoria conservan el pasado en un estado de posibilidad, como presente virtual. Dice Osterhammel que el pasado cultural, solo preservado, está muerto; no cobra vida sino en los actos de apropiación, para los que nos prepara la educación recibida.
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