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lunes, 1 de septiembre de 2025

La emigración menos publicitada de la historia norteamericana

A comienzos de los años treinta, en plena Gran Depresión, miles de jóvenes desempleados abandonaron Estados Unidos rumbo a la Unión Soviética, el paraíso de los trabajadores. Algunos fueron ejecutados a los pocos años de llegar. Otros murieron en “campos de reeducación” estalinista. Unos pocos sobrevivieron.
En una nación de inmigrantes nadie se preocupa de recordar a los que dejaron atrás el sueño; aquellos exiliados olvidados que permanecieron de pie con sus familias en las cubiertas de madera de barcos de pasajeros viendo cómo la estatua de la Libertad se perdía en la distancia mientras ellos dejaban Nueva York rumbo a Leningrado. Una muestra representativa de la sociedad estadounidense, procedente de todos los sectores de la vida; profesores, ingenieros, obreros de fábrica, maestros, artistas, médicos e incluso granjeros, todos mezclados en los barcos de pasajeros. Se marcharon para participar en el Plan Quinquenal de la Rusia soviética, atraídos por la posibilidad de encontrar trabajo en plena Gran Depresión. Ingenieros cualificados, con trabajos bien pagados, se apretaban junto a obreros en paro que buscaban empleo en las fábricas soviéticas y compañeros de viaje soñadores cuyo equipaje estaba lleno a reventar de los gruesos tomos de Marx, Engels y Lenin. En sus filas había comunistas, sindicalistas y radicales varios de la escuela de John Reed, pero la mayoría de ellos eran ciudadanos normales, a los que no les interesaba demasiado la política. Lo que les unía era la esperanza que impulsa a todos los emigrantes, la búsqueda de una vida mejor para sus hijos y para ellos mismos. Con la ilusión de la partida, ningún ojo perspicaz se esforzó por prever la crónica de violencia que les aguardaba en Rusia.

Referencia: Los olvidados de Tim Tzouliadis


miércoles, 9 de enero de 2019

Cuando Europa se moría de hambre.


En el invierno de 1941-1942, justo seis meses después de su invasión por las tropas del Eje, más de 100.000 personas murieron de hambre en Grecia. La llegada de la guerra había arrojado al país a la anarquía administrativa que dio lugar a un colapso de los sistemas de distribución alimentaria. Holanda no sintió los peores efectos de la hambruna hasta el invierno de 1944-1945. No fue el caos administrativo lo que causó el  hambre en Holanda, sino la política largamente aplicada por los nazis de privar al país de lo necesario para sobrevivir. Cuando entraron los aliados en el oeste de Holanda en mayo de 1945, entre 100.000 y 150. 000 holandeses padecían hambre. El país sólo se salvó de una catástrofe a escala de la hambruna griega porque la guerra terminó y se permitió la entrada de grandes
cantidades de ayuda humanitaria. Pero para miles ya fue demasiado tarde. Los periodistas que entraron en Ámsterdam describieron la ciudad como “un extenso campo de concentración que exhibía horrores comparables a los de Belsen y Buchenwald”. Sólo en esa ciudad más de 5.000 personas habían muerto de inanición o enfermedades relacionadas. El número de víctimas por hambruna en el conjunto del país se situó entre 16.000 y 20.000.

Cuando un joven americano que vivía en Atenas preguntó a los soldados alemanes acerca de la atroz situación alimentaria en Grecia, recibió esta respuesta: “Bueno, todavía no has visto nada; en Polonia 600 personas mueren de hambre cada día”.En el invierno de 1941 el ejército alemán logró que entre 1,3 y 1,65 millones de prisioneros de guerra soviéticos murieran de hambre. Se cree que decenas de miles de judíos murieron de hambre en los guetos incluso antes de que empezaran las matanzas en masa. Durante los 900 días del sitio de Leningrado, cerca de 641.000 habitantes de la ciudad perdieron la vida por inanición y enfermedades relacionadas.

Un año después de que el sur de Italia fuese liberado, y después de que 100 millones de dólares en ayuda hubieran circulado por el país, las amas de casa seguían amotinándose contra los precios de los alimentos en Roma, y en diciembre de 1944 se celebró una "marcha del hambre" en protesta por la escasez. Según un informe de la UNRRA, al final de la guerra los disturbios por los alimentos continuaban por todo el país. La ración oficial en Viena rondó las 800 calorías durante la mayor parte de 1945. La ración para diciembre en Budapest se redujo a tan sólo 556 calorías al día. La gente de la antigua Prusia Oriental recurrió a comer perros
muertos que encontraban en las cunetas. En Berlín se veía a los niños recoger hierba de los parques para comer, y en Nápoles robaron todos los peces tropicales del acuario para comer. Como consecuencia de la profunda y extendida malnutrición se produjeron brotes de enfermedades por todo el continente. La malaria hizo su reaparición en el sur de Europa y lo mismo la tuberculosis por todas partes. Los casos de pelagra en Rumanía, otra enfermedad asociada a las privaciones, aumentaron en un 250%, cuenta Keith Lowe.

jueves, 18 de octubre de 2018

Hambrunas críticas han caracterizado el siglo XX.

Bolcheviques requisando grano a campesinos. 
Hambrunas críticas han caracterizado al siglo XX. En efecto, el siglo de los grandes avances médicos, en el cual la esperanza de vida se duplicó, fue también la época de las mayores emergencias por hambre de las que se tiene noticia, dice el historiador alemán Jürgen Osterhammel. En la Unión Soviética en 1921-1922 y 1932-1934, en Bengala en 1943, en el gueto de Varsovia en 1941-1942, en Leningrado durante la ocupación de las tropas alemanas (1941-1944), en los Países Bajos en el invierno de 1944-1945, en China de 1959 a 1961, en el Sudán en 1984-1985.

Los efectos de estas hambrunas críticas son los mismos en todas las culturas. Personas de todas las edades se alimentan cada vez peor y en menor cantidad, hierbas, cortezas de árbol, animales sin limpiar. Se adelgaza hasta quedar convertido en esqueleto. Es casi inevitable que surjan problemas adicionales como el escorbuto, sobre todo allí donde (como en Irlanda) se estaba acostumbrado a dietas ricas en vitaminas. La urgencia de sobrevivir destruye los lazos sociales e incluso los familiares, confirma Osterhammel. La lucha por la comida enfrenta a los vecinos entre sí. Los adultos se suicidan, a los niños se los vende, no hay defensa contra el ataque de los animales.
El canibalismo forma una línea recta con la desesperación. Los supervivientes quedan traumatizados, los niños de una generación hambrienta suelen padecer daños físicos, los gobiernos a los que se reprocha la culpa original o la falta de ayuda suficiente suelen quedar desacreditados durante décadas. Los recuerdos se apelotonan en la memoria colectiva.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Durante la segunda guerra mundial los rusos emplearon a ciegos para captar la presencia de aviones alemanes.

Asedio de Leningrado.
Durante el cerco alemán a la ciudad rusa de Leningrado, la defensa antiaérea disponía de unos primitivos detectores de sonido para captar la presencia de los aviones germanos. Consistían en unos tubos kilométricos por los que los soldados aguzaban el oído para descubrir la llegada de los aparatos. Cuando esto sucedía, se ponían en marcha los reflectores, pero en muchas ocasiones los aviones aparecían antes de que las luces se hubieran encendido. Para mejorar el sistema de detección, un oficial propuso utilizar personas ciegas, al imaginar que podrían captar con mayor antelación
Luftwaffe
el ruido producido por los aeroplanos debido a que tienen el sentido del oído más desarrollado. Las pruebas que se llevaron a cabo fueron un éxito y, a partir de enero de 1942, un grupo de invidentes se encargaría de alertar de la presencia de la Luftwaffe cuando esta se aproximaba.