martes, 9 de septiembre de 2025

La Revolución francesa y Revolución estadounidense

La Revolución francesa ese carácter incontenible e interminable, que la distingue de la Revolución estadounidense a tal punto que vacilamos en emplear el mismo término para designar ambos acontecimientos. Y sin embargo, ambos fueron animados por las mismas ideas y por pasiones comparables; fundan casi unidos la civilización democrática moderna. Pero uno de ellos termina con la elaboración y el voto de una Constitución que aún perdura, convertida en arca sagrada de la ciudadanía estadunidense, mientras que el otro multiplica las constituciones y los regímenes, y ofrece al mundo el primer espectáculo de un despotismo igualitario. Da existencia duradera a la idea de revolución no como el paso de un régimen a otro, o como un paréntesis entre dos momentos, sino como una cultura política inseparable de la democracia, y como ella inagotable, sin un término legal o constitucional; alimentada por la pasión de la igualdad, que por definición no tiene un umbral de satisfacción, escribe el historiador francés François 
Los estadunidenses amaron la igualdad como un bien del que siempre se ha gozado. Los franceses, en el momento en que la conquistan, temen perderla y la adoran en forma exclusiva, hasta ese grado se perfila el espectro de la aristocracia tras el espectáculo de la riqueza. Este análisis, profundo y verdadero en lo que concierne a ambos pueblos y ambas revoluciones a finales del siglo XVIII, no debe llevarnos empero a desconocer, siguiendo el ejemplo estadunidense de entonces, la profunda similitud de las pasiones de igualdad en ambos países, porque en las postrimerías de este siglo XX, la crítica de la democracia en nombre de la democracia no es menos obsesiva en los Estados Unidos que en Francia o en Europa.En los Estados Unidos, aun en nuestra época, esta pasión, madre de la democracia moderna, nunca se ha alimentado del odio al burgués, esta figura no existe, dice François Furet.

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