Todos hemos escuchado la expresión “perdono pero no olvido”. Si la persona no quiere olvidar es porque en el fondo no quisiera perdonar, me parece que así ocurre en la mayoría de los casos, dice monseñor Francisco Ugarte. Cuando una persona perdona, no significa, por otra parte, que por el hecho de perdonar automáticamente olvide la ofensa recibida porque permanece en la memoria. La decisión de perdonar es precisamente un acto de la voluntad que consiste en decir: “Yo cancelo la deuda moral que el otro contrajo conmigo y procuraré proceder como si nada hubiera ocurrido”. El recuerdo puede seguir vigente, pero procurará hacerlo a un lado para tratar al ofensor como si nada hubiera ocurrido. Otra cosa es cuando el agresor no ha rectificado y sigue siendo un peligro latente el que vuelva a ofenderme. En este caso, concluye Ugarte, es correcto recordar lo ocurrido para evitar que se vuelva a repetir, tanto por el bien de la persona ofendida, que tiene derecho a protegerse, como también por el bien del otro para ayudarlo a que no reincida en su proceso agresivo. Por tanto, no es lo mismo perdonar que olvidar, pero podríamos decir que en circunstancias ordinarias, perdonar es querer olvidar.

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