El político profesional ejerce una profesión extremadamente peligrosa y precaria, cuya alternativa no es la de cambiar de puesto de trabajo o quedarse en paro. Y, en muchos casos, la ausencia de un oficio de recambio, de una profesión privada, los enfrenta al angustioso dilema de salvar su puesto o de encontrarse en la más absoluta miseria.¿Cómo sorprenderse si la esfera del subgobierno se extiende, incluso y precisamente en función de la necesidad de colocar a los colegas que han sido derrotados en las urnas? Sorpresa o no, la política como “profesión-colocación” está destinada a alentar un aumento de oportunismo, y también a consolidar relaciones objetivas de dependencia entre el representante y su partido, escribe Giovanni Sartori, Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.
Todos los diputados profesionales de cualquiera de los partidos estén unidos por un mismo problema, el de depender de su partido para ser repescados, salvados o colocados cuando pierden su mandato. Porque la situación de quien necesita la política para vivir crea una condición objetiva de subordinación del parlamentario en sus relaciones con el partido del que depende su reelección o, por decirlo de otro modo, su colocación, declara Sartori.

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