Séneca explicó muy bien que “la tristeza, aun cuando esté justificada, muchas veces es sólo pereza, ya que nada necesita menos esfuerzo que estar triste”. Pero es que, de veras, ¿puede combatirse la tristeza? Desde luego. Un refrán chino lo explicaba muy bien: “No puedes evitar que el pájaro de tu tristeza vuele sobre tu cabeza, pero sí que anide en tu cabellera”. Efectivamente, a uno pueden darle disgustos; pero, en definitiva, siempre es libre de tomarlos o no, y de tomarlos con mayor o menor coraje y entereza, de modo que no acaben entenebreciendo nuestra alma. Y es que no hay bruma que, a la corta o a la larga, no sea desgarrada por el sol.
Martín Descalzo decía que el egoísmo de nuestro tiempo suele olvidar demasiado aquella obra de misericordia que era consolar al triste, pero también lo es que hay personas que prefieren encerrarse a sufrir solos antes que abrir el alma a los demás. Y eso sí que es un gran error.
San Juan de la Cruz. Códice de la Llama de amor viva |
Una de las normas de conducta que se imponía San Juan de la Cruz, cuando era superior de algún convento, era la de que jamás el súbdito saliera de su habitación entristecido. Cuando veía algún fraile melancólico le cogía de la mano, le llevaba al campo y comenzaba a hablarle de la hermosura del mundo, la belleza de la hierba y las flores, la alegría de la creación, hasta que veía aflorar en sus labios una sonrisa.
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