Vehículos acorazados alemanes en la invasión de Polonia |
En la segunda mitad de 1942, Polonia sufrió un desmoralizador golpe. Los alemanes prohibieron todos los casamientos, salvo aquellos a los que las autoridades concediesen su permiso. En casi todos los casos se negaba el permiso, aduciendo que la pareja no era apta para el programa de “elevación del estándar racial del pueblo polaco”. Para complementar este decreto sin precedentes, se emitió otra orden que señalaba que las autoridades podían confiscar a todos los bebés ilegales y deportarlos a orfanatos del Reich. Cuando, como consecuencia del primer decreto, los pobladores comenzaron a contraer matrimonios secretos, se puso en juego la segunda orden. Los niños que nacían de estos infortunados eran invariablemente arrancados de los brazos de sus padres. Con frecuencia, las
madres trataban de llevar a sus hijos a otro pueblo, donde pudiesen ocultarlos. Esto rara vez funcionaba. La Gestapo echaba mano de sus recursos para seguirle la pista a la madre y arrancarle el bebé de un tirón, como si se tratase de un cachorro. De esta manera, miles de niños polacos perdieron irremediablemente a sus padres. Ni siquiera se sabe bien qué ha sido exactamente de ellos, dice Jan Karski que fue un miembro de la resistencia polaca en la Segunda Guerra Mundial y posteriormente académico en la Universidad de Georgetown.
Según el historiador polaco Czesław Madajczyk, entre ciento cincuenta mil y doscientos mil niños polacos fueron raptados y deportados al Reich, y no hubo rastro de ellos que no haya quedado irremediablemente perdido. La acción de limpieza étnica, iniciada el 28 de junio de 1942 y llevada adelante hasta el verano de 1943, comportó la trágica suerte de treinta mil niños de la región de Zamość, deportados a campos de concentración.
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