Los movimientos terroristas son ilegales y secretistas; debido a los riesgos, las amenazas y la escasez de oportunidades para atacar sus objetivos, ejercen un grado excepcional de presión interna sobre sus miembros. La conformidad siempre se refuerza cuando el grupo está más cohesionado y es más unánime; lo que dificulta desobedecer las órdenes, especialmente cuando las dicta un miembro de mayor rango y autoridad. Otra propiedad común de la pertenencia al grupo, no obstante, es que en sí misma puede conducir a una relajación de los mecanismos de freno contra conductas impulsivas o inusuales, que en condiciones normales se reprimirían o no llegarían a reconocerse, dice John Horgan.
La desindividualización es un término formal con el que se
denomina el proceso por el que “se debilitan las restricciones sociales y se liberan las tendencias impulsivas y agresivas cuando la persona pierde su identidad individual, normalmente a consecuencia de su pertenencia a un grupo grande o debido a la ocultación de su identidad de una forma u otra”. La desindividualización permite comprender por qué gente que normalmente no sería agresiva puede llegar a sumarse a una protesta política violenta o a formar parte de un grupo de saqueadores de escaparates, por ejemplo. Dworetsky explica cómo es posible llegar a encontrarse tan inmerso en los acontecimientos y en el sentimiento de formar parte del grupo que perdemos la individualidad. Una vez que ésta mengua, perdemos la conciencia de quiénes somos y cuáles son nuestros valores. A su vez, esto nos vuelve más impulsivos y sensibles al estado emocional en que nos encontramos, y, hasta cierto punto, menos capaces de regular nuestra propia conducta. La reducción de la individualidad también hace que nos preocupemos menos por lo que puedan pensar de nosotros los demás y por lo que puedan hacernos. Nos preocupa más responder como parte del grupo.Sendero Luminoso. |
Silke ha descubierto que el uso de máscaras por parte de terroristas de Irlanda del Norte se asocia de forma significativa al incremento del nivel y la variedad de las agresiones acontecidas en la escena del delito. Además, las heridas infringidas a las víctimas tienden a ser más graves que las causadas por quienes no llevan máscara. Parte del proceso de deshumanización comporta otro uso del lenguaje que se da con frecuencia en los entornos militares convencionales. En el discurso militar abunda lo que Bandura describe como “expresiones paliativas”. Es normal que se enseñe a los soldados que digan que disparan contra “blancos” u “objetivos” y no contra “personas”. No debe subestimarse la importancia del poder de las palabras para ejercer control e influencia sobre la conducta. Estos términos no distan mucho de los que utilizaron los responsables del bombardeo de los presuntos pisos francos de los terroristas de Fallujah a mediados de 2004, que a menudo provocaron la muerte de civiles ajenos al conflicto. Estos objetivos solían ser las víctimas de lo que se describía como armamento“desplegado concienzudamente”.
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