El instinto ético, cuya eficacia queda garantizada por el hecho de no tender a un universal, sino siempre y solamente a lo individual; se dirige a lo concreto. Y mientras el animal es a veces extraviado por su propio instinto vital, ocurre que también el hombre de vez en cuando es inducido a error por su razón ética, y sólo su instinto ético, o sea la conciencia, es capaz de hacerle ver ese “uno necesario” que precisamente no es un algo universal; sólo, en efecto, la conciencia puede como si dijéramos sintonizar la ley eterna o, por atenernos al concepto ordinario, la ley moral con la respectiva situación concreta de una persona concreta. Lo que significa que una vida a partir de la conciencia es siempre una vida absolutamente personal que tiende a una situación absolutamente concreta, a eso que puede importar a nuestro ser individual y único en las condiciones determinadas de su existencia: la conciencia incluye siempre el “ahí” concreto de mi “ser” personal, enseña Viktor Frankl.
No hay comentarios:
Publicar un comentario