San Agustín, aludiendo a los diecisiete años de su vida de disipación, confiesa: rodebar, cruciabar, me roía por dentro, fueron una tortura aquellos años; ¡aquélla no era vida, Señor! Talis vita, nunquid vita real?
San Camilo se amonestaba a sí mismo y a los demás: “Haciendo el mal se experimenta placer, mas el placer pasa en seguida y el mal permanece; ¡hacer el bien cuesta fatigas, pero la fatiga pasa en seguida y el bien permanece!”.
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