Sorge, un comunista comprometido y agente de la Internacional, se había establecido en Tokio antes de la Segunda Guerra Mundial como corresponsal de reconocido prestigio de un periódico alemán. Por ser alemán de nacimiento y estar considerado como un buen patriota, llegó a tener relaciones estrechas con el personal de la embajada alemana, a quienes transmitía información sobre Japón que los diplomáticos consideraban de utilidad, hasta que empezó a ayudar al embajador a redactar sus informes para Berlín. Como resultado, pudo informar a Moscú con certeza, durante el verano de 1941, que Japón no tenía la intención de ayudar a su aliado alemán atacando a la Unión Soviética por Siberia. Con anterioridad, había enviado un aviso convincente de que Alemania pensaba invadir, e incluso había identificado el día exacto, el 22 de
junio. Stalin había recibido otras advertencias, incluso la de Churchill, pero decidió ignorarlas, como ignoró la de Sorge. La idea de una guerra le era demasiado incómoda, y prefirió creer que podía comprar a Alemania con la entrega de materiales estratégicos, incluyendo petróleo. En cuanto a la seguridad de que Japón no invadiría Siberia, existen pruebas de que Stalin había ordenado retirar de Siberia una parte importante de la guarnición soviética antes del ataque del 22 de junio, y que el aviso de Sorge, aun si lo hubiese tenido en cuenta, no resultó una información estratégica tan decisiva.
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