Guillermo Durando, obispo de Mende |
Decía “El simbolismo de las iglesias y sus ornamentos”, en el Rationale divinorum officiorum, c. 1290, de Guillermo Durando, obispo de Mende (1230-1296): “Las pinturas y ornamentos de las iglesias son lecciones y escrituras para el lego. Como declaró el Papa Gregorio, una cosa es adorar una pintura y otra, por medio de una pintura, aprender históricamente lo que hay que adorar.
Lo que los escritos proporcionan a alguien que sabe leer, una pintura puede proporcionárselo a alguien que es iletrado y que sólo sabe mirar. El Papa Gregorio decía que no hay que rechazar las imágenes pintadas, porque las pinturas parecen conmover mucho más a la mente que las descripciones verbales. De este modo, en las pinturas los actos son colocados ante nuestros ojos y parece que están ocurriendo de verdad, mientras que en las descripciones el hecho se hace como si fuera de oídas, cosa que afecta a la mente mucho menos cuando lo traemos a la memoria.
Las vidrieras de una iglesia son Sagradas Escrituras, que repelen el viento y la lluvia, es decir, todas las cosas dañinas, pero transmiten la luz del verdadero Sol, es decir, de Dios, a los corazones de los fieles. Las vidrieras son más amplias por dentro que por fuera porque la comprensión mística es más amplia y precede al sentido literal. Asimismo, en las vidrieras se hallan representados los sentidos del cuerpo, por cuanto éstos deben estar cerrados a las vanidades de este mundo, y abiertos a recibir dones espirituales con total libertad. Mediante la tracería de las ventanas, comprendemos a los profetas u otros maestros menos conocidos en la Iglesia Militante”.
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