Richard M. Weave escribe que “aunque es cierto que el capital ocasionalmente es fruto de actividades improductivas, también puede ser la consecuencia del trabajo y la previsión o de la moderación en el gasto o de algún don efectivamente superior. Luchar contra el capital no necesariamente significa luchar contra las desigualdades. En épocas como la que nos ocupa, el capital suele ir asociado al gusto por el ocio, el rechazo de la disciplina y el desprecio del pasado; después de todo, el capital acumulado supone la continuidad en el presente de los esfuerzos del pasado. Pero resulta que el hombre moderno, que es un ser autocomplaciente y centrado en el momento actual, no suele mirar ni hacia atrás ni hacia delante. Le basta con señalar la existencia de desiguales condiciones, y como sus dogmas le prohíben aceptar desiguales méritos, lo siguiente que hace es emprender su abolición. Por lo general vierte su protesta en la afirmación perentoria de que no se debe permitir que los derechos de propiedad impidan el avance de los derechos humanos, lo que no tendría nada de malo si éstos no estuvieran exentos de obligaciones. Pero tal y como están las cosas, las masas han comprendido que, dado que pueden obtener cualquier cosa sin que nadie les exija someterse a una disciplina de trabajo, tienen vía libre para proceder con el desahucio. Sir Flinders Petrie ha observado que “cuando la democracia alcanza su máximo poder, la mayoría desprovista de capital forzosamente consume el capital de la minoría, con la consiguiente decadencia de la civilización”. A este respecto, pienso que sería útil meditar lo difícil que le resultó a la Tercera República Francesa conservar el ideal del trabajo honesto envuelta en un clima de corrupción política, o también, alternativamente, la brutal determinación de los bolcheviques, decididos a impedir que la dirección de la economía recayera en manos del pueblo. En última instancia, tenemos una sociedad que es como un niño malcriado por su incapacidad de pensar Cualquiera puede observar en los hijos consentidos de los ricos una especie de irresponsabilidad en la aplicación de los procesos mentales. Esto es así sencillamente porque no están obligados a pensar para sobrevivir. Nunca han sentido la necesidad de que sus definiciones sean claras y sus deducciones correctas para evitar el severo correctivo de las privaciones”.
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