Escribe Leszek Kolakowski que “este dios ridículo, incapaz de salvarse a sí mismo de una muerte ignominiosa (así le vio la muchedumbre que se burló de su martirio en Jerusalén y los intelectuales paganos como Celso), este dios iba a convertirse no sólo en el símbolo más poderoso en la historia religiosa, sino también en un símbolo por medio del cual el hombre obtendría una aguda percepción de su propio destino. De nuevo, esto no es una mera especulación de los filósofos; Jesucristo, que, en su persona, en su vida y en su sufrimiento, en su opprobium y en el triunfo final de su resurrección, dio testimonio de la vergonzosa miseria y la infinita dignidad del hombre, es el Jesús real de la fe de los simples, el Jesús de los villancicos y de la pintura popular, un invencible protector celestial y, no obstante, un pobre como cada uno de nosotros”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario