Sofía Segovia escribe en El murmullo de las abejas: "es mentira que una deje la casa de los padres para hacerse en exclusiva de una sola carne con el marido, ya que por más que lo amara, y amaba a Francisco porque él lo merecía, tal cosa nunca le había ocurrido a Beatriz. En su mundo una se llevaba la casa de los padres adondequiera que fuera, a la escuela, a un viaje al extranjero, al viaje de bodas, a la cama con el esposo, a parir a los hijos, a sentarse cada día a la mesa con ellos para enseñarles la buena postura y los buenos modales, e incluso, creía, se los llevaba hasta el lecho de muerte. En su mundo una nunca dejaba a los padres atrás, aunque los padres la dejaran a una".
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