Carmen Serrano escribe en su ensayo¡Me ha dicho mamá que no me quieres! : Quién no ha oído alguna vez: “¡Hoy te toca irte con el gilipuertas de tu padre!”, “¡Si te quisiera de verdad, no te compraría esas zapatillas de mierda! Yo sí me gasto la pasta contigo”, “¡A sus otros hijos seguro que se las compra de marca!”. O la universalmente utilizada: “¡Todos los hombres son iguales! Son todos unos hijos de…”. Esta frase no la voy a terminar. ¿Para qué? Eso sería insultar a todos los padres, a todos los hijos. En definitiva, a la mitad de la población mundial. ¿De qué sirve?, ¿a quién beneficia? ¿En quién piensan estas mujeres? Algunas deben pensar que si les hablan mal a sus hijos de los padres, las van a querer más a ellas. Si realmente es así, aprovecho para decirles que ese pensamiento es absurdo y macabro. Estoy convencida, porque así me lo han hecho saber muchos especialistas en el asunto, de que lo único que consiguen esas progenitoras con estas actuaciones es empobrecer la autoestima de sus hijos. No quiero ni pensar en lo triste que debe ser no sentirse querido por tu padre porque así te lo han contado. Pero tenerlo y que no lo puedas disfrutar porque te lo impida la persona que se supone que más te quiere, esa misma que te trajo al mundo, no tiene ningún sentido. No imagino sufrimiento más absurdo, ridículo y hasta cruel si es la madre la que lo ocasiona. Esas palabras calan hondo, causando un daño terrible a quien no ha dejado de oírlas desde bien pequeño. Sé que hay hombres que también lo hacen, pero, a día de hoy, la mayoría de las custodias las hemos tenido las mujeres, aprovechándonos injustamente de ello. Digo mujeres y no madres, porque mientras sigan diciendo esas cosas a sus hijos, no son verdaderas madres.
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