En esta época que adora a la tecnología, en los años del gran desarrollo catódico, electrónico y telemático, la fuerza de la publicidad no reside principalmente en las imágenes, en los diseños modernos o la rapidez de las comunicaciones. Sigue estando en las palabras, recipientes repletos de pensamientos y de ideas, seductoras por su poder venido de lejos.Al valor simbólico de las palabras se añade a los factores de seducción del lenguaje. Seducen las flores porque representan nuestro sentir cuando las regalamos, seducen los metales preciosos porque evocan la perennidad del sentimiento y seducen todos los demás símbolos porque proyectan en nuestra mente un sentido superior o una idea más elevada.
“La publicidad no vende productos, sino que compra clientes”, dice el aforismo del sector. ¿Y con qué les paga? Con una moneda falsa, que, sin embargo, guardarán en su cómoda más antigua porque se trata de una moneda reluciente, con la seducción de las palabras, escribe Álex Grijelmo.
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