La desamortización de Álvarez Mendizábal (1836-1837) afectó únicamente a los terrenos del clero regular, las órdenes religiosas, por lo que la Iglesia lo excomulgó, así como a los compradores de dichas tierras.
La desamortización fracasó en su intento de obtener una distribución más justa de la tierra y la mayoría de los bienes enajenados a la Iglesia pasaron a manos de grandes propietarios. La división de los lotes de tierra se encomendó a comisiones municipales y éstas, aliadas con los oligarcas adinerados, manipularon el sistema creando grandes lotes que fueron comprados por nobles terratenientes y burgueses ricos, con lo que no se creó la clase media que se pretendía.
En esta época se impulsaron cultivos que han pervivido hasta nuestros días, como el olivo en Andalucía o la naranja en Valencia. Empezó a elaborarse el cava en Cataluña a gran escala y la industria del azúcar basada en la remolacha se desarrolló en el Valle del Ebro y Andalucía.
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