El psiquiatra francés Christian Flavigny dice que la eliminación del padre socava el referente de autoridad. La consecuencia social es inevitable, y ya podemos verla en los casos de radicalización, en los que los jóvenes, que sabemos que carecen de vínculo paterno, a falta de dicho referente que les defina, lo buscan y lo encuentran en alguien lo más autoritario, caricaturesco y bárbaro posible. Al socavar la figura paterna, relacionándola sobre todo con el patriarcado ancestral al que se etiqueta de autoritario y se acusa de abuso de poder, estamos privando a los jóvenes de un punto de referencia coherente. La filiación es, ante todo, un desafío de la vida psíquica, es un vínculo de transmisión. El padre transmite a su hijo el hecho de haber sido el hijo de su padre; el vínculo jurídico de la filiación se formaliza en la sociedad. Ahora bien, hemos destruido la coherencia de estos vínculos, que eran muy claro en los textos de Simone Veil sobre la adopción plena; hoy en día conservamos el término "progenitor", pero lo hemos vaciado de significado (progenitor, del verbo latin parere, procrear, concebir) y lo hemos despojamos del principio regulador de la vida familiar (las prohibiciones familiares de incesto y asesinato), que se apoya en una coherencia de la filiación después de la procreación por parte de la pareja.
En la situación de los niños con un progenitor homosexual, manifiesta Christian Flavigny, los abuelos han sido a veces esta figura de sustitución de la concepción. Pero esto es psíquicamente posible sólo si no se intenta convertir al compañero o a la compañera de vida homosexual en un segundo progenitor, porque entonces estamos obstruyendo la posibilidad de la sustitución.
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