Dice Benedicto XVI que sólo la roca del amor total e irrevocable entre el hombre y la mujer es capaz de ser el fundamento para la construcción de una sociedad que se convierta en una casa para todos los hombres, y añade que la familia es un bien insustituible para los hijos, que deben ser el fruto del amor y de la total entrega generosa de los padres.
Los valores y principios que se vive en el pequeño ámbito familiar son adquiridos por los hijos. San Agustín escribió que la vida de los padres es el libro que leen los hijos.
Si el estado impone regulaciones contrarias a la familia, la adecuada educación de los hijos o que destruyen la vida, los padres están obligado en conciencia a rechazar la obediencia, a negarse a participar y a oponer resistencia. El primer papa, San Pedro, llamó a una obediencia relativa frente al estado. Hay que obedecer a Dios, decía Pedro, antes que a los hombres.
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