Henry Kamen. |
En el siglo XIX, el historiador Modesto Lafuente tuvo ocasión de denunciar el aislamiento en que vivía España del movimiento intelectual europeo desde Felipe II. Esta idea se forjó hace un siglo y medio por mediación de un grupo de historiadores liberales españoles, y gracias a posteriores ideologías políticas ha perdurado de forma inmerecida todo este tiempo. A fin de rescatar al Escorial de esta extravagante fantasía, dice el historiador británico Henry Kamen, vale la pena repetir lo que debería ser obvio para aquellos que conocen el pasado de España. A los españoles, centro de un imperio intercontinental, nunca se les separó del mundo exterior. En una era en la que España era la principal potencia, miles de españoles, de todos los rangos y condiciones, incluidos el clero, la nobleza, los estudiantes, los soldados y los aventureros, abandonaron la Península y deambularon por otras partes del continente o bien emigraron a América. De la misma forma, visitantes extranjeros llegaron a España y, algunos, hasta se las ingeniaron para alcanzar la sierra de Guadarrama y echarle un vistazo a la espectacular ciudadela del rey, erigida en las laderas de las frondosas montañas.
Biblioteca del Escorial |
“Nada puede compararse al Escorial, escribía Alejandro Dumas (padre) en 1846, ni Windsor en Inglaterra, ni Peterhof en Rusia, ni Versalles en Francia. Tiene su propia identidad, creada por un hombre que doblegó su época a su voluntad, un ensueño hecho de piedra, concebido durante las noches insomnes de un rey en cuyos reinos nunca se ponía el sol”. Es fácil entender por qué la primera impresión de un observador había de ser la de encontrarse ante una evidencia de poderío. La extensa área de piedra transmite de manera inequívoca solidez y autoridad. A Dumas nunca le cupo la menor duda que “una vez en la vida llega un hombre, típico de su tiempo, el reflejo de toda una época, y deja tras de sí un monumento para dar a conocer su espíritu a todas las generaciones futuras”.
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