Si todos los hombres fuesen perfectos, todos serían iguales entre sí, cada individuo podría remplazarse por otro sustituto cualquiera. La imperfección del hombre es la que determina que cada individuo sea indispensable o insustituible, pues si el individuo es necesariamente imperfecto, cada uno lo es a su manera. El individuo no es nunca omnifacético, sino siempre unilateral y, por lo mismo, peculiar.
Dice Viktor Frankl que es en la comunidad, y sólo en ella, donde cobra su pleno sentido la individualidad. En este aspecto podemos decir que el valor del individuo depende de la comunidad, se halla condicionado por ella. Ahora bien, para que la comunidad misma tenga un sentido, no debe prescindir nunca de la individualidad de los hombres que la forman, a diferencia de lo que ocurre con la masa, en la que desaparece necesariamente el sentido del individuo, la existencia única e individual, ya que en ella todo lo que sea peculiaridad única representa una perturbación. El sentido de la comunidad depende constitutivamente de la individualidad, y a la inversa, el de ésta depende constitutivamente del de aquélla. En cambio, el “sentido” de la masa se ve perturbado por la individualidad de los individuos que la forman, y el sentido de la individualidad desaparece en la masa que la absorbe, al paso que en el seno de la comunidad se destaca y fortalece.
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