domingo, 29 de octubre de 2017

La solidaridad compartida y una cierta comunión de bienes constituyó una de las características del cristianismo primitivo.

Escultura de San Sotero Papa. Basílica de San Pedro del Vaticano
A mediados del siglo II Dionisio, obispo de Corinto, escribió una carta de profundo agradecimiento con motivo de la sustanciosa ayuda económica que el papa Sotero (166-174), nacido en Nápoles, les había enviado. Esta generosidad no constituía una novedad ni en el cristianismo ni en Roma. Aunque nunca pudo imponerse como norma la bolsa común, no cabe duda de que la solidaridad compartida y una cierta comunión de bienes constituyó una de las características del cristianismo primitivo. Por otra parte, desde sus primeros pasos la comunidad de Roma se había distinguido “por su generosidad sin límites para con todas las Iglesias necesitadas”, según Dionisio, aumentando por este motivo en la cristiandad la veneración y el reconocimiento hacia ella.

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