Michel Agier |
Michel Agier expone el resultado de su investigación de diez años en los campos de refugiados diseminados por África y América Latina, así como en los centros de detención europeos para inmigrantes definidos como ilegales o atrapados en un estatus «sin leyes, ni derechos de los demandantes de asilo.Ya en 1950, las estadísticas oficiales globales habían contado un millón de refugiados (sobre todo desplazados por guerras). Hoy en día, una estimación conservadora del número de “personas en tránsito” alcanza los 12 millones, pero se prevé que habrá cerca de mil millones de refugiados-deportados-exiliados en los campos situados en territorio de nadie en el año 2050.
Dadaab, el mayor campo de refugiados del mundo |
Un campo de refugiados no es una estación de tránsito, ni un hostal, ni un motel en un viaje de aquí a allí. Es una estación de término, donde los mapas de carretera no sirven y todo apunta a una estancia prolongada. Y con pocas expectativas de que en algún momento se pueda completar finalmente el viaje. Cada vez más gente nace y muere en los campos, sin haber visto ningún otro lugar en su vida. Los campos de refugiados suponen un final; pero no la llegada al destino, sino el final del estado de tránsito, que se ha petrificado en un estado permanente. El único significado de ser asignado a un lugar denominado “campo de refugiados”
es que cualquier otro lugar imaginable es inalcanzable. El único sentido de formar parte de un campo de refugiados es que uno no forma parte de nada, es un extranjero, un cuerpo extraño, un intruso en el resto del mundo. En resumidas cuentas, convertirse en habitante de un campo de refugiados significa la expulsión del mundo que comparte el resto de la humanidad. Haber sido expulsado, y colocado en una situación de exilio es todo lo que ese individuo tiene en esos momentos, y forma parte de su identidad.Vista aérea del campo de refugiados de Zaatari en julio de 18 de 2013 |
Agier tiene toda la razón al situar los campos de refugiados, los campamentos de los sin hogar y los guetos urbanos en la misma categoría, la de los “corredores del exilio”. Los residentes legales o ilegales de estos lugares comparten una característica decisiva, no son necesarios. Son los descartados o los rechazados de la sociedad. En una palabra, los desechos.
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