Sócrates sostenía que todos los hombres buscan la felicidad. Si la alcanzan o no, depende del estado de su alma. Solo las almas buenas logran la felicidad. Las gentes no son buenas porque se sienten atraídas por cosas que parecen ser buenas, pero que no lo son en absoluto. Si conociéramos el bien, nos comportaríamos adecuadamente y no habría conflictos, ni en nosotros ni en la sociedad.
Por otro lado los griegos creían en la virtud de la moderación. Una célebre máxima grabada en el Oráculo de Delfos era: De nada demasiado.
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