La gente está más contenta, se siente más realizada por lo que está haciendo, cuando está en el trabajo que durante sus horas de ocio. En el tiempo libre se tiende a estar aburridos y ansiosos, escribe Nicholas Carr. Y, sin embargo, no gusta estar en el trabajo. Allí se expresa un intenso deseo de estar en otro lado.
“Tenemos;dice Csikszentmihalyi y LeFevre, la situación paradójica de personas que tienen sentimientos mucho más positivos en el trabajo que fuera de él, y que no obstante dicen que querrían estar haciendo otra cosa cuando están trabajando, no cuando están fuera de él”.
Csikszentmihalyi y LeFevre descubrieron en sus experimentos que la gente se deja llevar por convenciones sociales, en este caso, la asentada idea de que estar de ocio es más deseable, y conlleva un mayor estatus, que estar en el trabajo,en lugar de por sus sentimientos verdaderos. “No hace falta decir, concluyen los investigadores, que tal ceguera ante la realidad de las cosas probablemente acarree consecuencias desafortunadas tanto para el bienestar individual como para la salud de la sociedad. La gente tratará de hacer más actividades que proporcionan las experiencias menos positivas y evitará las actividades que son fuente de sus sentimientos más positivos e intensos”.
Muchos empleos son grises e incluso degradantes, y muchas aficiones y pasatiempos son estimulantes y nos satisfacen. Pero un empleo impone una estructura sobre nuestro tiempo que perdemos cuando estamos a nuestras anchas. En el trabajo nos empujan a participar en todo tipo de actividades que los seres humanos consideran bastante satisfactorias. Somos más felices cuando estamos
absorbidos por una tarea difícil, una tarea que tiene metas claras y que nos obliga no sólo a ejercitar nuestro talento, sino a estirarlo, dice Nicholas Carr. Nos sumergimos tanto en el flujo de nuestro trabajo, por usar el término de Csikszentmihalyi, que obviamos las distracciones y trascendemos la ansiedad y las preocupaciones que asolan nuestra vida cotidiana.
Csikszentmihalyi |
Cuando no estamos trabajando, no obstante, nuestra disciplina vacila y nuestra mente se disipa con mucha frecuencia. Puede que anhelemos el fin de la jornada laboral para poder empezar a gastar la paga y pasarlo bien, pero la mayoría de nosotros malgasta sus horas de ocio. Desconectados de cualquier foco externo, nuestra atención se vuelve hacia nosotros mismos, y terminamos encerrados en lo que Emerson llamó la cárcel de la conciencia de uno mismo. “Los empleos, incluso los cutres, son en realidad más fáciles de disfrutar que el tiempo libre”, dice Csikszentmihalyi.
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