La intención más profunda era la de no limitarse a contemplar la Naturaleza, el mundo, sino a poder construirlo por sí mismo, cuenta el filósofo Erich Fromm. “Para condensarlo en una sola frase el hombre quería ser Dios él mismo. Lo que Dios había logrado, también él lo podía lograr. Creo que la representación a la que todos hemos asistido, el entusiasmo que se produjo en el momento en que los astronautas pisaron con sus botas el suelo de la Luna, fue un acontecimiento religioso pagano, un primer paso por el camino en que el hombre se vuelve Dios y osa sobrepasar sus límites. También en los diarios cristianos se podía leer que éste es el suceso más grande desde la creación del mundo. Ahora bien, a los cristianos les resulta un poco imprudente afirmar que después de la creación del mundo haya ocurrido algo más importante que la encarnación de Dios. Pero eso se olvidó en el momento en que se vivenció subjetivamente como verdad que el hombre había superado las leyes que lo limitaban, había dejado atrás las leyes de la gravedad y caminaba por el infinito.
Dostoievski dice que“si Dios está muerto, todo está permitido”. La moral se había basado hasta entonces en el reconocimiento de Dios. “Si el hombre ya no cree en Dios, si Dios ya no es una realidad que imprima su sello en su pensamiento y en su conducta, hay en verdad que preguntarse si el hombre se ha vuelto total y directamente amoral, si ya no se orienta por ningún principio moral. En realidad, hay que tomar muy en serio esta pregunta. Y si uno es pesimista, puede querer significar con ello que eso es lo que ha ocurrido y que nuestra moral se va hundiendo cada vez más. Existen significativas diferencias entre nuestra época y las anteriores. Por ejemplo, en 1914 aún se respetaban dos reglas internacionales válidas, en la guerra no se mataban civiles y no se torturaban personas. Hoy se da como cosa natural que en todas las guerras se maten civiles, porque ya no se reconoce ninguna limitación al uso de la fuerza. Tampoco la técnica podría admitir tales distinciones. Mata en forma anónima, oprimiendo botones. Como ya no se ve al enemigo, no surgen sentimientos de piedad, de compasión. Y en segundo lugar, se tortura. Por supuesto, todos lo niegan, pero todos lo saben. La tortura es un instrumento ampliamente difundido para arrancar informaciones. Nos quedaríamos pasmados supiéramos en cuántos países se emplea la tortura”, escribe Erich Fromm.
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