Cuenta el periodista y escritor Manuel Chaves Nogales que era impresionante ver cómo la mentalidad nazi había ido ganando a los mejores cerebros de Francia. De todos los signos de la dimisión de Francia éste era el más evidente. No ya el nazismo, el hitlerismo puro y simple había conquistado intelectualmente a hombres infinitamente superiores a lo que el nazismo es y representa. La claudicación intelectual de Francia ante la barbarie hitleriana es desoladora. Si en algún momento hubiera podido flaquear nuestra fe en la causa de la civilización habría sido únicamente al ver a los intelectuales franceses renegar de sí mismos y de su tradición, negar su propia esencia y repetir con pavorosa inconsciencia los gritos de guerra del hitlerismo. La nazificación de las clases superiores de la sociedad francesa era un hecho incuestionable. No había en todo París quien se atreviese a llamarse demócrata sin ser considerado despectivamente como un necio o un mistificador. Las mejores páginas escritas para la Radio Francesa por Giraudoux como justificación y defensa de la democracia y de la guerra que ésta movía a la barbarie totalitaria, eran consideradas, aun por los mismos que admiraban a Giraudoux, como insinceros alegatos de un abogado venal que defiende bien una causa en la que no puede tener fe. A tal extremo había llegado la influencia nazi en Francia que nada que fuese contrario a la doctrina hitleriana merecía la menor estimación. Francia estaba intelectualmente gobernada por los nazis mucho antes de que las divisiones blindadas de Hitler ocupasen físicamente el territorio francés.
El caso concreto de que en Francia no pudiese ponerse al frente del gobierno porque era de origen judío un hombre como Georges Mandel, alrededor del cual se había forjado la leyenda de que era el único Clemenceau posible de esta guerra, dice hasta qué punto Hitler había triunfado en París antes de que llegasen sus huestes.
Desde que se vio con claridad que los ingleses aceptaban honestamente la dura realidad de la lucha, desde que se comprobó en Francia que la Gran Bretaña no consideraba la declaración de la guerra como un bluf ni se prestaba al juego de las ofensivas de paz para buscar el momento propicio a la capitulación, los ingleses empezaron a hacerse odiosos. Hacer frente al hitlerismo parecía a los conservadores franceses una locura y un suicidio. Tal era la fascinación ejercida sobre Francia por el poder hitleriano que aceptaba resignadamente el tremendo eslogan de: “Antes mil veces la esclavitud que la guerra”.
Fuente:La agonía de Francia de Manuel Chaves Nogales
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