Alejandro Magno |
Filipo instruyó a sus soldados para que marcharan largas distancias bajo pesadas cargas para eludir la dependencia de las columnas de carros de bagaje. El resultado fue que su ejército,como el de los enemigos vietnamitas de los franceses y los estadounidenses en las guerras de Indochina de 1946 a 1972, consiguió tener la capacidad de llegar por sorpresa a los campos de batalla, en contra de todos los cálculos logísticos ortodoxos. Alejandro amplió y perfeccionó las medidas de su padre, permitiendo únicamente a los animales de carga seguir la línea de marcha y quemando inflexiblemente los carros que sus subordinados añadían a la columna. Aun así, pocas veces su ejército padeció escasez; meticulosos cálculos de la línea en que le era posible operar al ejército, eficientes compras o requisas locales, discretos sobornos de oficiales persas en las zonas que se proponía ocupar y una coordinación precisa entre las marchas terrestres y el curso de los cargamentos marítimos, le permitieron tener un ejército bien alimentado allí donde quisiera. Alejandro“no quería arriesgarse a sacrificar la capacidad y el coraje de los macedonios; una derrota supondría un duro golpe para su prestigio militar”. Por el contrario, procedería a la reducción de las bases navales persas a lo largo de la costa, y así “vencer a la flota persa desde tierra”. Esta es una muestra extraordinariamente incisiva de juicio estratégico; podría compararse con la idea de MacArthur al principio de la campaña del Pacífico sur de superar la ventaja naval de Japón tomando solo las islas que necesitaba en su camino hacia el norte, dejando las demás agostadas. Los resultados darían por buenas las decisiones de Alejandro y MacArthur. Tras la toma de los últimos grandes puertos persas fortificados de Tiro y Gaza en el 332, la flota persa empezó a desintegrarse. Sus escuadrones habían sido reclutados precisamente en las ciudades fenicias en las que había puesto los ojos Alejandro; la caída sucesiva de una tras otra desmoralizó a las tripulaciones, que volvieron a casa, escribe el historiador militar ingles John Keegan.
MacArthur |
Pero, por mucho que Alejandro pusiera en juego en esas batallas decisivas una enorme y creciente confianza en sí mismo, también contó con una técnica de mando integrada. ¿Qué era esto? La táctica de mando integrada constaba, en esencia, de dos elementos. El primero era la creencia de que el enemigo, si se sabían interpretar bien los signos, le revelaría dónde más temía ser atacado, indicando así una vulnerabilidad psicológica que era más importante que cualquier supuesta fragilidad física; el segundo, la determinación de encabezar el ataque decisivo hacia ese punto.
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