La autorización que tiene cada ciudadano de perseguir su bien en el ámbito privado corre el riesgo de convertirse en un nuevo mandamiento, consistente en ignorar la búsqueda de la verdad y el bien en nombre del respeto a la igualdad de juicio subjetivo de todo ser humano. Para el profesor Daniel Mahoney el orden liberal permite la indiferencia “hacia todos los bienes que son objeto de búsqueda humana, incluso hacia la verdad, que es el bien principal”. El espíritu de la modernidad radical lleva las cosas un paso más adelante. El relativismo radical obliga a ser indiferente hacia la verdad, dando origen a un nuevo y paradójico orden de “mandato autoritario”, esta vez en nombre de un relativismo castigador o de lo políticamente correcto. Lo que empezó como un esfuerzo saludable por prevenir la apropiación de la idea de bien por parte de tiranos políticos o eclesiásticos se convirtió, de este modo, en una nueva fuente de tiranía y deshumanización: la “dictadura del relativismo” señalada, como es bien sabido, por Joseph Ratzinger unos días antes de su elección como Papa en abril del 2005.
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