El egoísta no sabe amar, dice Agustín de Hipona, busca siempre recibir, porque en el fondo sólo se quiere a sí mismo. No sabe ser generoso ni agradecido, y cuando da, lo hace calculando el posible beneficio que le reportará. No sabe dar sin esperar nada a cambio. En el fondo, el egoísta desprecia a los demás.
Escribe el padre de la Iglesia Juan Crisóstomo que en lo terreno, nadie vive para sí mismo; el artesano, el soldado, el labrador, el comerciante, todos sin excepción contribuyen al bien común y al provecho del prójimo. El que sólo vive para sí y desprecia a los demás es un ser inútil, no es hombre, no pertenece a nuestro linaje.
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