“Cuando una persona se puede comprar, ofrecer o alquilar como si fuera un objeto estamos ante un síntoma severo de descomposición social”, expresa Mons. Jorge Lozano, Arzobispo de San Juan de Cuyo (Argentina), “la trata de personas es una realidad criminal que nos avergüenza como seres humanos. Su finalidad es la explotación laboral o sexual, la pornografía infantil, o la extracción forzosa e ilegítima de órganos”
“El consumidor es prostituyente. Se pretende justificar conductas perversas con argumentos que contienen resabios de pseudo-cultura machista y con una mirada de la sexualidad en un marco hedonista y frívolo”, asegura el Arzobispo.
Las víctimas suelen ser niños, niñas, adolescentes y jóvenes, y cerca del 90% son mujeres. Ellas son alejadas de sus casas con “engañosas propuestas de trabajo o estudio, aunque no falta también el secuestro lisa y llanamente. Luego son mantenidas en cautiverio por medio de cadenas, violencia y golpizas, o amenazas de matar a algún miembro de la familia si se escapan. Otro modo extendido de sometimiento es hacerlas adictas a alguna droga, obligándolas a prostituirse para suministrarles las dosis de sustancias según el grado de dependencia química”
Otro de los “destinos de las personas robadas o retenidas ilegalmente es el trabajo esclavo. Se las somete para producción de prendas de vestir, falsificadas o reales, de marcas importantes en talleres clandestinos, o para el trabajo rural” y en esta cadena las empresas y negocios que comercializan las prendas también son “cómplices de opresión”.
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