Tan pronto como la democracia pierda su vinculación con lo físico, tan pronto como el lugar de la política no sea el salón de actos, la sala de estar, el restaurante o el bar local y resida únicamente en la pantalla de televisión y en una página web, tendremos problemas, porque estaremos totalmente en las manos de los asesores de imagen y de las fantasías que inventan. La política será un espectáculo orquestado desde la metrópolis, no una realidad vivida en las localidades pequeñas y en las comunidades remotas que forman parte del país tanto como las grandes ciudades. A pesar de todos los vaticinios acerca de Internet como instrumento facilitador de la democracia, en realidad podría hacer que perdiéramos el aspecto que hace de ella algo verdaderamente democrático, el contacto físico entre los votantes y los políticos. Los vídeos de YouTube y los anuncios no pueden sustituir el encuentro entre seres humanos de carne y hueso. Si Internet sustituye a la política, desaparecerá todo contraste con la realidad y no habrá ya ninguna ocasión para que un votante contemple en persona a un político y tome la decisión de confiar en él o no, de creerle o no. La política tiene que seguir siendo algo corpóreo porque la confianza es corpórea, opina el académico y expolítico canadiense Michael Ignatieff.
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