Aristóteles deshace la célebre falacia socrática según la cual basta conocer la virtud para ser bueno. No es así, dice la filósofa Victoria Camps, existe la akrasía, traducida por incontinencia y que consiste en actuar en contra del recto juicio que uno tiene. Para Camps, el ácrata o incontinente prescinde de los principios, le puede más el placer que espera disfrutar de una acción que el conocimiento de que esa acción debería ser evitada porque no le conviene. La incontinencia ha sido tratada después por el cristianismo como debilidad de la voluntad, y por otros filósofos que han visto en ella una muestra clara de la impotencia de la razón para guiar por sí sola la conducta, como es el caso de Spinoza. Aristóteles expresa que “el incontinente se parece a una ciudad que decreta todo lo que se debe decretar y que tiene buenas leyes, pero no usa ninguna de ellas”. Así es de contradictorio el ser humano. Así se explican la corrupción, el fraude y el abuso.
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