El “consentimiento de los gobernados” proclamado en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos es una roca sobre la que se fundamenta la libertad democrática. Pero una elección sin impedimentos no puede ser nunca el único criterio para juzgar el pensamiento y la acción de los seres humanos. La libertad entendida como pura autonomía, desconectada de fines y propósitos últimos, socava fatalmente las dialécticas de verdad y libertad, y de libertad y virtud, que definen la verdadera existencia humana.
La “cultura del repudio”, el proyecto político y cultural iniciado en los 60 para desligar la libertad de las tradiciones y presupuestos espirituales que la han apoyado históricamente, solo puede culminar en la erosión sistemática de la libertad occidental, afirma el profesor Daniel Mahoney
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