viernes, 16 de octubre de 2020

Caminar

Cuenta David Le Breton, profesor en la Universidad de Estrasburgo, en su libro “Elogio del caminar” que si bien caminar ya no es considerado por la práctica totalidad de nuestros contemporáneos como un medio de transporte, incluso para los trayectos más elementales que se puedan concebir, triunfa como actividad de recreo, afirmación de uno mismo, en busca de la tranquilidad, del silencio, del contacto con la naturaleza. rutas, popularidad de los clubes de senderismo, de los antiguos caminos de peregrinación, especialmente el de Santiago, recuperación del paseo, etc.


Algunos caminan unas pocas horas en el fin de semana o en sus ratos libres, otros preparan rutas de varios días, durmiendo en refugios o albergues entre etapa y etapa. Se camina porque sí, por el placer de degustar el tiempo, de dar un rodeo existencial para reencontrarse mejor al final del camino, de descubrir lugares y rostros desconocidos, de extender corporalmente el conocimiento de un mundo inagotable de sentidos y sensorialidades, o simplemente porque el camino está allí.

El caminante disfruta de ese precipitarse en el anonimato, de ese no estar para nadie, excepto para sus compañeros de ruta o los encuentros que surgen por el camino. Caminar es una experiencia sensorial total que no escapa a ninguno de los sentidos, ni siquiera el del gusto en quien ha probado las fresas del bosque, las frambuesas silvestres, los arándanos, las moras, las avellanas, las nueces, las castañas, etc., según la temporada. Después de varias horas caminando, la siesta o el sueño de la noche son una bendición. El cansancio pesa sobre los miembros del cuerpo, y nos invita al abandono.

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